De memorias y el Preludio Coral en Fa menor

Descubrí hace poco que hacer un recuento de las memorias personales puede ser un ejercicio mental y literario bastante provechoso.
Si tan solo escribir fuera para mí una experiencia romántica y las musas existiesen y acudieran a visitarme más menudo. Pero en lugar de eso la cruda realidad consiste en que el acto de escribir es algo mucho más terrenal: una labor regida por la disciplina, la perseverancia y la autoexigencia; valores que por supuesto estoy muy lejos de poseer.
Siendo sincera la inconstancia es otra de las tantas características que detesto de mi personalidad y causa de varios problemas en mi vida.
Cuando tenía poco tiempo libre culpaba a las circunstancias de no haber vuelto a escribir. Cuando me desocupé me excusé en la falta de inspiración y la ausencia de “señales”; aguardaba estúpidamente que me llegara una especie de iluminación, tal vez una epifanía. En pocas palabras  casi esperaba una experiencia religiosa. Estaría de sobra decir que eso jamás sucedió.

 La inspiración no te la manda Dios desde el cielo en forma de rayos 
de luz que traspasan las nubes y te iluminan directamente el cerebro.

Eso sin mencionar la maraña terrible en la que se ha convertido mi cabeza en estos últimos meses tratando de descifrar mis emociones y luchando por salvar la poca coherencia que todavía sobrevive en mí. No, en mi mente no cabía espacio para más.
Lo irónico e inoportuno es que justo ahora que mi “disponibilidad de tiempo” (como diría la gente antipática de recursos humanos de aquella empresa) se ha vuelto a reducir es que todo el peso de la lucidez me golpea en la cabeza y al fin caigo en la cuenta de que nadie va a escribir por mí. Ni siquiera una fuerza superior y misteriosa llamada inspiración.
Hasta ahora todavía no se me ha aparecido una musa de belleza etérea, 
con flores enredadas en el cabello sacudido por el viento. 
Por otra parte, de veras que me gusta el estilo de dibujo de 
Herbert James Draper :3

Es tal el motivo de mi larga ausencia y el completo abandono en que dejé mis escritos, aunque existe otra razón más poderosa que me llevó a tomar la decisión de seguir escribiendo: mi deseo por coleccionar recuerdos.
No encuentro mejor manera de intentarlo que materializando momentos al transformarlos en palabras escritas. Leí en alguna parte y también vi en algún documental que los científicos aseguran que mientras más veces el cerebro evoque una y otra vez el mismo recuerdo más lo deforma. Así que me parece que escribirlo sería una forma eficaz de detener el proceso de deterioro.
Además creo firmemente que los seres humanos no somos nada sin nuestro pasado. Somos producto de el. Por eso siento que en ocasiones es necesario hacer una remembranza de nuestros días. Mirar en retrospectiva y evaluar que queda de lo que fuimos, qué somos, qué personas seremos…
Y no me refiero a nada de cosas materiales que podamos acumular o que podamos contar. Si no a lo que es invisible a los ojos, como diría el Principito. Me refiero a nuestra esencia misma. A la clase de persona, a nuestro yo interior, a lo que la mayoría llaman alma.
Acerca de mi pasado es cierto que no he vivido una juventud precisamente emocionante ni interesante ni tampoco digna de relatar, pero anhelo juntar lo poco relevante que me ha sucedido. Quizás analizar mis errores y mis aciertos y desentrañar el verdadero motivo de porque soy ahora un completo desastre emocional. Necesito hallar respuestas.

La banda sonora que en estos días me ha conducido a tal reflexión ha sido el Preludio Coral en Fa menor BWV 639 de Johann Sebastian Bach nombrado originalmente como “Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ” que se podría traducir del alemán como: “Le hago un llamado, Señor Jesucristo”. Que título para más pertinente ante mi situación actual.

La mejor versión en guitarra por Rick Graham

La primera vez que escuché el Preludio Coral sentía que ya lo había escuchado muchísimo antes como varias otras obras de Bach con las que probablemente me topé en alguna película o programa de televisión y que mi conciencia había registrado en lo más profundo sin enterarme.
Lo que me sorprendió fue que sentía una melodía que parecía desprovista de la típica dulzura y luminosidad de Bach. En esta pieza latía algo más oscuro y dolorosamente nostálgico, pero sin llegar al grado de ser tan escalofriante como la Tocata y Fuga. La BWV 639 me sonaba diferente: era suave, resignada, turbia, dulce y desgarradora a la vez, pero sobre todo me transmitía una honda soledad.

En órgano tal y como la concibió Bach

Al principio opté por la versión en piano que siempre es más asimilable para la mayoría de oyentes, luego con la versión en guitarra que resulta más romántica y después por la pasión depresiva del violonchelo porque la versión original en órgano para la que fue verdaderamente ideada me era muy densa en ese instante y con demasiados sonidos confusos que mis oídos desacostumbrados a este instrumento todavía no podían apreciar en su real esplendor. A veces la verdadera belleza se descubre recién en las siguientes veces y es entonces cuando se la valora mejor en su magnitud.

Desde este entonces no he podido dejar de escuchar al Preludio Coral en Fa menor ni un solo día. Busco sin cansancio todas las versiones posibles habidas y por haber y si no la escucho físicamente mi memoria la toca para mí en los momentos en los que me hace falta.

Versión en piano de Kempff

Lo más probable es que se haya convertido actualmente en mi pieza musical favorita. No suelo tener una fija favorita depende de mi estado de ánimo y del momento. Tengo una serie de temas que siempre ocuparan un lugar especial porque han descrito etapas de mi vida. Como las demás personas en ocasiones me ocurre que me obsesiono con una canción y esta no me suelta por un buen tiempo hasta que aparece otra y toma su puesto como centro de atención sin que la anterior sea jamás definitivamente relegada ni olvidada. Si tan solo esto solamente me ocurriera con la música…

“Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ” también ha sido elegida como banda sonora de películas.
La más reciente de todas es la última película “Nymphomaniac” del controvertido director Lars Von Trier.  Buscando acerca de la música de Bach en el cine descubrí el avance “The little organ school” acerca de las experiencia de una ninfómana. Puro morbo con ínfulas de arte dicen algunos, obra maestra y erótica dicen otros. Como sea me abstengo de verla, fue suficiente con ver ese tráiler: la cámara partida en tres, el uso de un simbolismo pretencioso: un jaguar mordiéndole la yugular a su presa agonizante, un organista interpretando el Preludio Coral mientras a la vez una pareja está en lo suyo. La ironía en su cúspide: música eclesiástica acompañando a un par de prójimos fornicando. Puro y duro Lars Von Trier, a propósito… ¿el señor será tan misógino como dicen?
Orgasmos al ritmo de un Preludio Coral. Amén.

De todos modos debo admitir que aunque tenga muchos reparos con la parte visual, la versión de la BWV 639 de ese avance era sinceramente hermosa y solamente espero que pronto cuelguen la banda sonora de esta película y poderme bajar el mp3 del Preludio Coral completamente gratis.

Sin embargo para mí, la más importante de las películas en las que se utiliza mejor esta pieza de Bach es Solaris (1972) del director ruso Andrei Tarkovsky, película que actualmente muero por ver.
La escena en que la BWV 639 es utilizada en Solaris es simplemente magistral. La carga poética y simbólica embarga al espectador. La música de Bach, las pinturas de Pieter Bruegel, los amantes abrazados y resignados a su final mientras levitan en la nave sin gravedad me nublaron los ojos de lágrimas, aunque tomando en cuenta lo hipersensible que suelo ser no es muy difícil estrujarme el corazón. De todas maneras no desmerece para nada lo conmovedora e inolvidable de la experiencia visual y que probablemente sea una de las escenas más románticas en la historia cinematográfica, pero también una de las más reflexivas acerca de la naturaleza humana.

Solaris. Escena de la levitación. Hari sonríe dulcemente 
mientras abraza a Kris contra su pecho.

Comentarios

  1. Las musas, inspiración, epifanía... ese arte, esa trascendencia, la dulzura, lo bello, lo agradable, lo amoroso, la parte sensible que nos conecta a lo demás en su forma más edénica.

    Quién sabe... quizás el Sol estuvo en el centro del cielo inmóvil, los humanos evolucionaron y abrieron paso a su trascendencia hacia los cielos y en las montañas siendo seres espirituales, un mundo iluminado donde los paraísos, cuadros y catedrales cobraban sentido sus pinturas hacia una realidad que era totalmente contraria a aquella que nos mantiene en lo más bajo para seguir en lo material...

    "Y no me refiero a nada de cosas materiales que podamos acumular o que podamos contar. Si no a lo que es invisible a los ojos, como diría el Principito. Me refiero a nuestra esencia misma. A la clase de persona, a nuestro yo interior, a lo que la mayoría llaman alma." ahí estás dando con la clave, como tarea positiva mira cosas sobre el karma, Buda, Jesucristo, la unidad, la alta vibración, el taoísmo, el budismo, el zen, cristianismo primitivo, los indios americanos, indígenas sudamericanos, tribus africanas, el aquí y ahora, lo malo del ego.

    Por último te dejo con unas citas de Lao Tsé:

    "Comprender a los demás es sabio, comprenderse a uno mismo es estar iluminado. El que vence a los otros es fuerte, pero el que se vence a sí mismo es poderoso."

    "El agradecimiento es la memoria del corazón."

    «El que sabe no habla, el que habla no sabe».

    "El hombre bueno no se considera maestro de los hombres, sino que les enseña; y el hombre que no es bueno estima como buenas las riquezas que de los hombres obtiene".

    "El que proyecta muchas cosas, encuentra muchos obstáculos para realizarlas."

    "El sabio no enseña con palabras, sino con actos."

    "El Sabio no tiene intereses propios, hace suyos los intereses del pueblo."

    "El soberano que se sirve de la razón para gobernar a los hombres no recurre al empleo de las armas contra sus súbditos."

    “El gobierno, con sus leyes y regulaciones más numerosas que los pelos de un buey, es un vicioso opresor del individuo, más temible que el más fiero de los tigres”.

    "La gente que mas viaja es la que menos aprende. El Sabio conoce el mundo sin necesidad de salir de su casa".

    Saludos, buena suerte y os quiero.

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