El vampiro por excelencia


Mucho antes de los tiempos de la saga de Crepúsculo y las historias contemporáneas escritas por autores del mismo estilo, estaba Drácula, el vampiro creado por el escritor Bram Stoker, definitivamente el vampiro por excelencia.

Entonces los vampiros eran seres aterradores, etéreos, místicos, sacrílegos, hipnotizantes, elegantes, complejos, misteriosos, perversos y sumamente inteligentes y no... Bueno, no lo que son ahora, que ni hace falta describirlo.

Tenía trece años cuando eligieron la famosa novela de Stoker para el plan lector del segundo bimestre de segundo de secundaria. La noticia suscitó por primera vez interés general entre mis compañeros. Quizás ahora sí mucho de ellos se animarían a leer una novela en su vida, que debía ser la esperanza de mucho profesores y padres.

Por mi parte yo me encontraba más animada que de costumbre, porque mi costumbre era siempre animarme con cada uno de los libros del plan lector, que eran y fueron las mejores experiencias académicas para mí.

El interés general tentó entonces el revuelo cuando en una reunión de padres de familia, un par de ellos se mostraron abiertamente en desacuerdo con la elección de Drácula como el libro designado para el plan lector, hasta el punto de levantar su voz de protesta contra “aquel libro satánico que unos niños de trece años no deberían de leer para no corromperlos” y que ellos como padres decentes, buenos cristianos y protectores de la inocencia y la salud mental de sus pequeños no les iban a comprar la novela, es más se las iban a prohibir.

A pesar del incidente, no se cambió la novela por otra. En primer lugar, porque los profesores del departamento de letras establecieron un diálogo sensato con los indignados padres de familia explicándoles que en cuestión de inmoralidad la obra de Stoker era en verdad todo lo contrario: la plasmación de la eterna lucha entre el bien y el mal, de la cual invariablemente siempre ha de salir vencedora la virtud, que los protagonistas que enfrentaban al vampiro eran modelos de buenos cristianos que promovían diversos valores éticos, lo cual es completamente cierto desde una cierta y convenida perspectiva.

Pero a mí parecer sobre todo no censuraron la novela por la rotunda negativa de los alumnos, que se encontraban asombrosamente emocionados y ansiosos por leer un libro. Era el sueño hecho realidad de muchos, así que al final los padres indignados debieron de decirse “No importa que libro sea, por primera vez mi hijo quiere leer un libro” y les terminaron comprando la novela. Bendita sea la apasionada tentación de la prohibición.

Leer Drácula a los trece años fue una experiencia maravillosa. Aquella edición era de la Colección Millenium, traducida por Francisco Torres Oliver y prologada por Luis Alberto de Cuenca.

Fragmentos del prólogo de Luis Alberto de Cuenca

“Drácula es mucho más que una novela de género y que la plasmación definitiva del mito del Vampiro en un texto literario. Drácula es un clásico de la literatura inglesa y una de las quince o veinte novelas mejor construidas de las letras universales.

(…) lean ustedes Drácula de Bram Stoker, olvídense de los vampiros célebres del cine y atrévanse a ponerle rostro al Vampiro de sus pesadillas. Si es que el terror no acaba agarrotando su imaginación o entumeciendo su fantasía…”

Hace un par de días adquirí la bella edición del centenario a un buen precio. Fue un amor a primera vista: la presentación impecable, las ilustraciones bellas, la tapa dura, hasta el aroma del papel, aunque la traducción me sacó de cuadro.

La traducción de esta edición es de Mario Montalbán.


La traducción de una novela influye más de lo que creen las personas en la belleza del texto mismo. No existen o no deberían existir las traducciones al pie de letra, la sustitución casi mecánica de una palabra por otra que se supone que es su equivalente. Una traducción, es sobre todo una interpretación que está en la obligación de rescatar cuanto sea posible la estructura y el estilo narrativo del autor, la esencia misma de la novela,que debe mantenerse lo más posible apegada a la verdad ¿cuál verdad? la realidad de la obra.

Siento la diferencia en el ritmo en que la historia está contada. Después de comparar ambas todavía no puedo dar mi veredicto final acerca de cuál es la mejor. Mi nostalgia me señala que la de Francisco Torres Oliver y lo es en varias oraciones completas y en varios párrafos, ala vez que Mario Montalbán es mejor en otros.

Tendría que comparar ambas traducciones detalladamente y no sé si esa sea una empresa provechosa... que ni siquiera me parece que me pueda garantizar llegar a una decisión imparcial.

Investigando encontré que la edición más prestigiosa es la de Juan Antonio Molina Foix, la cual no he tenido oportunidad de leer en un libro, aunque encontré unas pocas páginas en un archivo en pdf:


Tal vez la última película rescatable inspirada en el mundo del vampiro de Stoker sea "Drácula, de Bram Stoker" dirigida por Francis Ford Coppola a inicios de los noventas. Los críticos suelen menospreciarla al compararla con los grandes clásicos filmados durante la primera mitad del siglo XX y un poco más, pero si la colocamos al lado de lo que tenemos ahora acerca de vampiros, es francamente una obra maestra en comparación.

Este es el magnífico tema principal de la banda sonora:

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